LEYENDA DEL CERRO DEL EQUIMITE
Una de las
leyendas más características de Naolinco es la leyenda del cerro del equimite.
Las personas
mayores cuanta que en tiempos de la Revolución Mexicana, Guadalupe Victoria se instaló
en la cueva del equimite porque de ahí podía observar si se acercaban sus enemigos.
En este cerro hay
una cueva en la que guardaban tesoros, joyas que fueron robadas durante la revolución,
también se cuenta que en Naolinco hay muchos túneles que van directo a la cueva
del equimite y que eran utilizados para transportar todos los tesoros sin que
nadie se diera cuenta y que hasta la fecha nadie ha podido sacarlo ya que el
lugar está resguardado por un espíritu que lo protege
y que si intentas sacarlo se te aparece y te dice todo o nada.
Se cuenta que
Guadalupe Victoria, guardo su dinero,
armas y municiones para en un futuro disponer de ello, pero para protegerlo pidió
a dos voluntarios para que lo cuidaran, rápido se ofrecieron dos os cuales fueron ejecutados al momento, con lo que
permanecerían en dicho lugar hasta la
eternidad.
Manera de un mito la gente contaba que poniendo
mucha atención y con algo de suerte, bien podía observarse algún destello de lo que la cueva ocultaba.
Cuentan que una
noche un señor arriero y dos ayudantes
regresaban de Xalapa con sus 30
mulas y tomaron el camino del equimite.
Más o menos próximos a la cueva, encontraron a dos extraños varones que les
pidieron ir por un cargamento que les
urgía traer a Naolinco. El señor arriero contesto que para el siguiente día por
la mañana podría venir a recoger el encargo, pero ellos le
dijeron que era indispensable hacer a
entrega esa misma noche, el arriero argumento que venían de un viaje largo y
que sus mulas estaban cansadas, a tanta insistencia el arriero ya no pudo
negarse.
Alumbrados con
antorchas, subieron al cerro y llegaron a la cueva, le dieron el paso a
ingresar asombrado observo aquella inmensa riqueza, que debía acarrear. Llevaba
60 costales que empezó a llenar. Tomo la
correa con la que tiraba de las mulas para emprender el recorrido, cuando se le
acercaron los dos extraños seres, ya con desgarradas ropas, si piel ni carnes,
uno de ellos le sujeto firmemente el costal
que cargaba, mientras e otro le apuntaba con un fusil ordenando: TODO O NADA ya si otra opción, el
arriero descargo sus mulas y termino con
aquella pesadilla.
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